08 febrero, 2024

Uñas delatoras

La noche cae sobre la ciudad. Solo la luz de la luna y unas cuantas ventanas de los edificios cercanos iluminan el departamento. A lo lejos se escucha el ruido de los autos y la sirena de un carro de bomberos o tal vez una ambulancia rompen la paz con malos augurios. 

Así son todos los días después de ocultarse el sol, una tensa calma que se puede romper con el más mínimo detalle. 

Él mientras tanto está acostado en el sofá, bañándose cada rincón de su cuerpo, mirando algunas sombras que deambulan por la casa, es el único que las ve pero ya está acostumbrado, sabe que sus ojos son mágicos, como una puerta para ver a criaturas de otros planos. 

Su lengua recorre sus dedos, sus uñas, su pecho, sus piernas. Trata de hacer todo en silencio, tranquilo, en calma para que no se note que está allí, observando y atento como el cazador que espera a su presa. 

De repente algo pasa, siente que su vientre empieza a sonar, algo muy dentro detona las alarmas en su cuerpo y presiente que ya es hora de comer. Así que se levanta, se estira y salta directo a la alfombra en busca de su plato. Sabe que como una vez le dijeron: el que come callado, come dos veces. No quiere hacer ruido. 

Pero sucede lo impensable. Cuando sale de la alfombra y comienza a caminar hacia su plato su papá se levanta de la cama y lo mira. Él se queda paralizado, lo han descubierto. 

Ya entiende lo que pasó y aunque no le gusta la idea, piensa: ¡Es hora de que me corten estas uñas delatoras!