20 octubre, 2022

Oda a mi casa (Parte I)


Hogar es el lugar donde te sientes feliz, tranquilo y en paz. Es simplemente ese rincón en el que te abstraes de todo y alcanzas la plenitud.

También nos han enseñado que una casa es un hogar, donde toda la familia duerme y pasa tiempo unida. He tenido al menos seis en mi vida, unas más llamativas que otras, pero todas dejaron recuerdos profundos. 

Cómo olvidar aquel largo pasillo por el que corría cuando pequeño, iluminado por los rayos del sol que se filtraban a través de las ventanas cada tarde y le daban un toque lúgubre al cuadro que muchos años después caí en cuenta que era una copia de la Monalisa.

Entre las paredes de su baño también conocí el cuerpo femenino, ella se bajaba los pantalones y yo hacía lo mismo, luego en medio de la inocencia de la infancia salíamos corriendo a jugar para escondernos detrás del mueble. Allí en esa casa, aprendí a leer. 

Durante esos años también tenía otro hogar, aunque de ese recuerdo muy poco. Solo sé que vivíamos en el segundo piso, que entre los vecinos tenía un amigo con el que me comunicaba de manera rudimentaria: una bolsa de plástico, una cuerda y teníamos un ascensor improvisado para enviarnos mensajes. Allí aprendí a jugar con los videojuegos. 

El tercer hogar fue el que cambió mi vida. En ese me convertí un hombre durante una tarde de Viernes Santo. Desde sus ventanas podía observar gran parte de la ciudad, las faldas de su montaña y así supe, desde un piso once, que no sufría de vertigo. 

Bajo su techo me enteré de que mi papá moriría más pronto de lo esperado. Entre sus paredes tuve episodios del adolescente rebelde y agresivo, esos de los que te arrepientes toda la vida. En ese hogar conocí la amistad, la traición y aún, sueño con su sala de estar, su balcón y sus habitaciones. Como me gustaría volver al menos una vez más. Allí se quedó mi juventud.