01 noviembre, 2022

Oda a mi casa (y III)

Mudarse a otro país es una experiencia retadora y más, cuando no sabes a ciencia cierta dónde estás parado, a quién tienes a tu lado y lo que te depara el nuevo entorno.

Sin embargo, al llegar a Chile sentí que podía convertirlo en mi nuevo hogar. El primer departamento que me recibió era sumamente pequeño. Allí Califernando y yo nos sentíamos un poco apretados, pero también muy cómodos y, por qué no, felices. 

A veces él me acompañaba a mirar desde la ventana parte de la ciudad, subíamos a la terraza para que tomara el sol y otras, yo trataba de escaparme en mi hora de almuerzo laboral para nadar un rato en la piscina. 

Ese pequeño espacio de casi 30 metros cuadrados me dio mucho, también algunas tristezas y recuerdos ingratos, pero al final, de eso se trata la vida, ¿no? Allí me descubrí y comencé un cambio radical, nunca es tarde para comenzar, pensé a pesar de que tenía más de 35 años.

Después de ese espacio nos mudamos a otro parecido, pero un poco más grande y con terraza para el esparcimiento de Califernando. Es allí donde vivo ahora. No niego que ha sido una de las etapas más felices de mi vida. 

Acá me he descubierto, me he conocido mejor y me he dado cuenta de que puedo ser bueno para muchas cosas. También he contado con el apoyo de una persona especial y siento que, hasta ahora, todo puede marchar, al menos, algo bien. Acá entendí, que a veces la vida sí puede valer la pena.