16 octubre, 2018

Una nueva oportunidad


Es inevitable pensar en el pasado, realmente no se puede. Lo que sí quisiera es conseguir la fórmula para que esos momentos que ocurrieron hace tres, diez, catorce años no me hicieran daño.
Cuando todos esos recuerdos me agobian, caigo en un limbo que se parece mucho a quedar en medio de un inmenso océano que refleja un rojizo atardecer. El sol tiene un tamaño espectacular, casi puedo tocarlo pero se escapa entre mis dedos. No quiero quedar a oscuras. 

El sol se oculta. Lo pierdo y todo parece que se hubiera apagado. El mar se semeja a un manto negro moteado de puros puntos blancos, son las estrellas que se reflejan. Es hermoso pero a la vez terrorífico. Algo me hala hacia el fondo, lucho pero es inevitable. Miles de manos me empujan hacia lo incierto. Trago agua, mis pulmones van cediendo, muero. 

Pero aún hay algo dentro de mi cuerpo que es consciente de todo, floto a la deriva y siento que asciendo. Asciendo hacia las estrellas, creo que puedo tocarlas. Sí, las toco y son tan bellas, tan perfectas y luminosas. El universo es infinito, navego y soy parte de él. 

Traspaso las estrellas, todo es silencio, todo es paz, a pesar de que no sé a dónde me lleva este viaje. Ya lo entendí, estoy resucitando. Mi cuerpo se está formando otra vez, mis manos, mis piernas, mi cabeza. Ya no siento el peso de los recuerdos, sé que habrá una vida mejor en este nuevo nacimiento. 

El universo infinito y el silencio astral estaban dentro del vientre de mi futura madre. Escucho su voz, veo la luz que coloca en su panza para jugar conmigo, su hijo. Me siento feliz, tengo una nueva oportunidad. Espero ansioso para volver a ese planeta tan destruido pero a la vez tan perfecto. Empujo, quiero nacer. 

Sí lo estoy logrando, salgo y veo la luz otra vez. Es perfecto, mi madre es preciosa y lloro, estoy llorando de alegría porque pude volver al mundo. Noto miles de sensaciones a mi alrededor, hay agradecimiento y también calidez, hay amor y también felicidad. Soy una nueva persona, todo se borró y ya no hay nada que pueda hacerme daño. 

Mi madre me besa, me alimenta, me acurruca. Sí, lo he logrado. Conseguí un buen lugar para mí.