26 marzo, 2020

El caballero de la noche


La ciudad estaba completamente solitaria, la mayoría de las personas vivían encerradas en casa bajo una suerte de detención generalizada hasta que el Gobierno lo decidiera.

Ese no era su caso. Seguía recorriendo las calles, protegido por su uniforme de policía, que aunque lo hacía parecer autoritario, la realidad era que siempre lo metía en problemas. Esa noche patrullaba el centro de la ciudad, esperando que ocurriera algo inesperado para darle un poco de sentido a su vida.

Al virar en la esquina del hospital, vio a una chica solitaria caminando apresuradamente tratando de ocultarse bajo una bata de médico. Decidió escoltarla a la distancia, imaginó que su patrulla era un corcel y la chica una damisela esperando llegar sana y salva al otro lado del bosque.

Dos cuadras más adelante, el semáforo hizo que ambos coincidieran. Bajó la ventanilla y le fue sincero: -Te he seguido por un par de cuadras y parece que tu destino no está cerca, ¿aceptas que te lleve? - Le preguntó sonriente, mientras le mostraba su placa y trataba de ser lo más amable posible.

La chica dudó pero decidió aceptar la oferta. Apenas se montó en el coche patrullero, sonaron atronadoramente las sirenas. - Para ahuyentar a los chicos malos -, le dijo mientras tomaba velocidad por las calles desoladas.

En cinco minutos estuvieron en el portal de la doctora. Cinco minutos que sirvieron para que se miraran, se conocieran de a poco pero con lo necesario para imaginar un futuro juntos: - Estoy haciendo mi postgrado en cirugía acá en la ciudad, mi familia vive en el sur -, comentó ella. - Divorciado, con un gato que me espera en casa por comida, el cliché de un hombre con treinta y tantos -, sentenció él mientras bajaba del auto para escoltarla a la puerta.

Todo pasó muy rápido. Se miraron a los ojos. Un beso suave. Luego sus manos en la cintura de ella, después en sus caderas y ya estaban tan pegados que parecían un solo cuerpo, aprovechando la soledad de la ciudad.

Ambos se dejaron llevar, ella amparada por su bata blanca y el misterio de su identidad y él por la autoridad de su uniforme, decidieron darle rienda suelta a sus instintos. Rápidamente se puso de espaldas, bajó sus pantalones y oculta por el largo atuendo de galeno, dejó su cuerpo libre para recibir al desconocido.

Fue un rapido intercambio de fluidos, él adentro, ella moviéndose lentamente pero dejando escapar ciertos gemidos. Diez minutos después los dos alcanzaron un orgasmo. Cuando él ya se estaba vistiendo, ella dejó escapar un grito de pena y asombro: - Disculpa, eso no tenía que ocurrir hoy -, le dijo señalando un hilillo de sangre en el preservativo.

Él sonrió sin ningún tipo de remordimiento. - ¡No te asombres, no es primera vez que veo sangre y seguramente tampoco es la tuya! - habló acercándose a escasos milímetros de sus labios.

- Además, no hay que temer a manchar la espada de sangre si es por una buena causa -, le dijo dándole un beso. - Imagina que soy el caballero de la noche, y si quieres esperame mañana en la entrada del hospital, misma hora -.