27 febrero, 2020

El Creador


Fue un frenesí sexual de principio a fin. En medio del intercambio de fluidos, ella tomó el control. Sus manos se convirtieron en dadoras de placer. No sé cómo hizo pero sus dedos entraron en todos mis orificios: mi boca, mis ojos, mis orejas, mi ombligo, mis fosas nasales, el meato uretral (sí, la boca del pene) y claro, en el cu...erpo entero.

Mi piel reaccionaba, estaba siendo penetrado de una manera sin igual, comencé a ver ángeles flotando sobre mí, danzando al ritmo de sinfonías de Beethoven, Bach, Tchaikovsky, Vivaldi, era el concierto clásico de mi vida y la música sonaba sin parar.

A medida que el placer aumentaba, que los dedos se movían, los ángeles comenzaron también a masturbarse, a tocarse entre ellos, un bacanal digno de una obra de Dios. Los veía bailando, besándose, sus penes erguidos, gemían cada vez que mi chica movía sus dedos, estaban conectados conmigo.

Al unísono, una explosión de placer nos invadió a todos. Estallé en mis fluidos, los querubines me bañaron con sus líquidos sabor a cielo y ella, ella no paraba de moverse sobre mí hasta que entró por completo en mi cuerpo.

En ese momento todo desapareció, fue un Big Bang que lo borró todo pero también dio inicio a algo nuevo, una orgía sexual que me conectó con mi cuerpo, el mundo a mi alrededor e incluso, con el Creador.