13 abril, 2020

No dudes en llamar


No sé por qué me llamó la atención entre toda la gente que nos rodeaba. Tal vez por su cara seria, enfundada en unos lentes redondos, su cabellera negra y nunca, nunca sonreía a pesar de que todos los que estaban con ella parecían estar felices.

Aparentaba tener unos diez años más que yo, pero no me importaba, realmente lucía enigmática. Hubo un momento en que pasó a mi lado y quedé boquiabierto: era de mi tamaño, un poco pasadita de peso pero tenía unos senos que probablemente estaban deseando salir de la blusa para bailar al compás de la música del lugar.

Cuando volvía de regreso, por el mismo camino que me permitió detallarla, cruzamos miradas y por primera vez en toda la noche sonrió. Desde ese momento intercambiabamos señales con la vista, yo la miraba, ella también.

Casi a la medianoche debía irme de allí, retornar a mi vida normal pero no quería perder la posibilidad de verla otra vez. No la veía, probablemente estaba en los baños. Eso me dio la idea de ir a curiosear, justo cuando iba entrando al pasillo de los sanitarios, la vi caminando hacia mí.

Apoyado por la música estridente me propuse a cerrarle el paso, quería saber quién era. Ella entre atrevida y valiente, me tomó por el cuello, dándome un suave beso en los labios. No me pude resistir, puse mis manos en sus caderas, la apoyé en la pared y mordí su cuello, sus labios y me sumergí en sus senos.

Era un olor delicioso, a sexo, a mujer. Ella se dejaba hacer, casi podía escuchar sus gemidos mientras le mordía los pechos por encima de la blusa. Mi mano tomó sus nalgas, la atraje hacia mí. Se separó sin pensarlo, metió algo en mi bolsillo y desapareció.

Un número telefónico en una servilleta, pintura de labios con la silueta de la boca que minutos antes estaba besando y un mensaje simple: - ¡Quiero saber tu nombre! -