Las calles desoladas, los autobuses rodando de acá para allá pero vacíos, algunas ambulancías a veces cruzaban chillando por las esquinas alertando a fantasmas de vehículos, la rutina seguía pero sin gente.
Lo único que permanecía igual en el paisaje eran las nubes que flotaban, tranquilas y suaves en el océano azul del cielo. Se dejaban mecer por el aire, corrían de poniente a levante, cuando se cansaban reposaban en la copa de las montañas.
Para ellas algo raro pasaba a sus pies, las hormigas que día tras día caminaban como un ejército por las lenguas negras de asfalto habían desaparecido.
¿Dónde estarían?, se preguntaron. ¡Nunca obtuvieron respuesta! Solo el silencio.