09 junio, 2020

Multiplicado por dos


Dicen que el sexo es solo un encuentro carnal, un mete y saca combinado con un intercambio de fluidos que es capaz de formar una nueva vida.

Eso tiene cierto grado de verdad, pero también existe otra posibilidad. Cuando logras conectar la mente justo al momento preciso en que el orgasmo relaja tu cuerpo, sientes como si fueras un astronauta navegando a través de un universo inexplorado.

Estás acostado en la cama, aún sudando, con los músculos pasando de un estado intenso a un adormecimiento anormal, desnudo, con tu chica tocándote el cabello, la cara y comienzas a volar. Sientes que te despegas de la cama, que subes sin parar.

Incluso puedes imaginar el cielo, cada vez las caricias que estás recibiendo se notan más lejanas. De repente escuchas que ella también quiere tocarse, quiere probar el climax junto a ti.

Ahora estás sintiendo el movimiento de su cuerpo, de sus manos, sus gemidos se escuchan entre cortados, apagados, pero te impulsan a volar. Ambos están elevándose a lugares inalcanzables, rincones que solo existen en la intimidad.

Ya tu cuerpo no te pertenece, solo es un bulto de sensaciones y una mente que hace rato está procesando solo imagenes y fantasías. Tu chica gime, su cuerpo se contrae y justo en ese momento ambos alcanzan el máximo placer, ese que multiplicado por dos es eso que llaman amor.