03 junio, 2020

Veinte años más joven


La casa había permanecido vacía por muchos años, albergando recuerdos que se paseaban entre los rincones como fantasmas de una vida anterior.

Al acercarme noté que la entrada estaba totalmente oscura, ya no existían los adornos que colgaban del marco en mis mejores años de infancia. Giré lentamente la cerradura, abrí la puerta y al entornar los ojos creí ver luz, todo se iluminó frente a mí.

Había vuelto a mi hogar. Mi papá me saludó desde el mueble, leía el periódico y me pareció extraño verlo sin bastón o silla de ruedas. Mi mamá me salió al paso, llevaba entre sus manos los adornos para hacer sus arreglos. Y aunque la gata de mi hermanita y mi gato eran de otra época más reciente, también estaban presentes correteando por toda la casa.

Seguí entrando y sentí el olor a café, a comida de mi abuela. Me estaba esperando en la cocina preparándome un vaso de té, un sanduche y algo más para merendar. Finalmente ella conocía ese departamento que no llegó a visitar porque unos meses antes de mudarnos allí su salud empeoró.

Fui a mi cuarto y todo estaba intacto. Mi computadora, mis osos de peluche, mis guitarras, mi ropa. Me vi en el espejo del armario y mi juventud, mi infancia se reflejaban frente a mí. Era yo, pero veinte años más joven.

Todo lo que me había pasado hasta ese día era un recuerdo. Tenía una nueva oportunidad.